martes, 26 de octubre de 2010

EL VALOR DE EDUCAR, FERNANDO SAVATER


 A guisa de prólogo.

El autor realiza en este apartado una reflexión sobre la educación y las personas que se encargan de a los niños. Afirma que es en la edad infantil la mejor época para quitar vicios e insuficiencias culturales que sufren nuestros descendientes, las  futuras generaciones que harán avanzar la sociedad.
Habla también en estas páginas de lo que significa en sí ocupar el puesto de educador y de la importancia de sus funciones.
Hace una descripción que me ha sorprendido mucho y que pienso que es profundamente verdadera, por eso voy a compartirla con todos vosotros: “Quienes asumen que los maestros son algo así como << fracasados>> deberían concluir entonces que la sociedad democrática en que vivimos es también un fracaso.” 

Desde mi punto de vista, esto es tan verdadero y claro como el agua, pues los profesores son los que cultivan las semillas de la educación, los valores y la cultura en nuestros niños. Ellos son los que han de despertar en los niños el placer por aprender, por investigar, por avanzar, por ser mejor que… etc.

Durante el prólogo, Fernando sigue reflexionando sobre el currículum y sobre los acontecimientos que tienen que o deberían ocurrir en esas primeras edades y de la importancia o no que supondrán a lo largo de nuestras vidas.

Capítulo 2: los contenidos de la enseñanza.

En este segundo capítulo, el autor empieza comentando un aspecto muy básico y, seguro, desconocido para muchas personas. Contraponiendo los términos herencia y transmisión, habla de la necesidad de educación y cultura para convertirse en personas socialmente aptas. Este es un requisito indispensable en nuestra especie y que hemos de adoptar a lo largo de nuestras vidas, pues no la heredamos de los genes de nuestros padres. Así como la gran mayoría de las especies no la necesitan, los humanos, dada nuestra condición de especie civilizada y socializada, necesitamos la educación y la cultura para convivir.

Seguidamente, el autor nos habla de los dos primeros conocimientos que nos debe aportar la educación: 1) no somos únicos y 2) no somos los primeros, es decir, existe una sociedad, que es donde nos encontramos, y que por tanto, existe el tiempo. En sociedad, las personas aprenden capacidades y aptitudes que nos convierten en personas, pero también sabremos que previamente, en tiempos anteriores, otras personas también existieron, con lo cual existe el pasado y el presente, así como también el futuro. Fernando nos advierte de que mediante la educación “no nacemos al mundo, sino al tiempo”. Nos alimentamos de hechos pasados, de ilusiones y esperanzas venideras entre las que se encuentra el tiempo actual, el presente. A diferencia de las personas, los animales no tienen tiempo, permanecen continuamente en el presente, pues no poseen consciencia ni reflexión temporal, no temen a la muerte porque no saben que existe.

El factor tiempo es muy importante en el proceso de enseñanza, pues es muy importante haber vivido antes el conocimiento que deseas enseñar para poder educar. Todas las personas poseemos experiencias vividas, auque, lógicamente, las personas adultas acumulan muchísimas más. Este hecho evidencia una persona joven, puede enseñar algo a otra persona más mayor, ya que esta no tiene porque haber vivido lo que el primero quiere enseñar. En términos amplios, todos somos capaces de enseñar alguna cosa a otra persona, pero esto no significa que cualquiera sea capaz de enseñar cualquier cosa. Aquí es donde aparece la necesidad de una institución educativa que enseñe saberes científicos, contraponiéndose a los saberes tradicionales.

Es en este punto cuando nos preguntamos qué es lo que ha de enseñarse. En la época helenística de la antigua Grecia, se separaba la educación de la instrucción. Cada uno se enseñaba por su parte, mediante el maestro y el pedagogo. Este último era una persona de la familia y enseñaba valores de la ciudad, formando su carácter y su integridad moral. Por otra parte, el maestro era una persona externa que se encargaba de enseñar a los niños conocimientos como la lectura, la escritura o la aritmética. En esta época, el primero tenía mucha más importancia que el segundo y tenía la función de educador, mientras que el maestro tenia la función de instructor. En la actualidad, estas dos enseñanzas se encuentran unidas pues no se puede instruir a alguien en conocimientos científicos sin inculcarle valores como verdad o la curiosidad.

John Passmore, autor un poco más actual, sí que hace una diferencia mucho más sugestiva y que adapta más a nuestros tiempos. Diferencia entre capacidades abiertas y cerradas. Las cerradas son aquellas como andar, vestirse, leer, realizar cálculos matemáticos, etc. Son aquellas que podemos llegar a dominar por completo. En cambio, las capacidades abiertas son aquellas capacidades de dominio gradual e infinito y un ejemplo de ellas son la pintura, la composición musical, el razonamiento, etc. Todas ellas nunca podrán ser dominadas de forma perfecta. Por consiguiente, la capacidad de aprender es una capacidad abierta, pues cada cosa que aprendemos se divide en otras más pequeñas de forma que el ciclo siempre se continúa. Como dice el autor “la capacidad de aprender esta hecha de muchas preguntas y de algunas respuestas; de búsquedas personales y no de hallazgos institucionalmente decretados; de crítica y puesta en cuestión en lugar de obediencia satisfecha con lo comúnmente establecido”.  

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